domingo, 10 de septiembre de 2017

LO ÚLTIMO: Irma gira al oeste en su camino a Florida

jueves, 3 de agosto de 2017

Maduro tiene prohibida la entrada a EE.UU. en virtud de las nuevas sanciones


 El presidente venezolano, Nicolás Maduro, tiene prohibida la entrada a EE.UU. en virtud de las sanciones en su contra que adoptó hoy la Casa Blanca, según confirmaron a Efe fuentes del Departamento de Estado.
Estados Unidos adoptó hoy sanciones contra Maduro con las que congela todos los activos que el mandatario pueda tener bajo jurisdicción estadounidense y prohíbe las transacciones financieras con él por parte de ciudadanos estadounidenses.
Se trata de una decisión poco habitual al tratarse de un jefe de Estado el afectado.
Tan solo el presidente sirio, Bachar al Asad; el norcoreano Kim Jong Un y el de Zimbabue, Robert Mugabe, están afectados por sanciones estadounidenses como Maduro.
“(Maduro) se une a un club muy exclusivo”, dijo hoy en rueda de prensa H. R. McMaster, asesor de Seguridad Nacional.
Fuentes del Departamento de Estado confirmaron a Efe que estas sanciones también prohíben a Maduro entrar a Estados Unidos.
“La orden ejecutiva 13692 -bajo la cual se le sanciona- también suspende la entrada a los Estados Unidos del presidente Nicolás Maduro”, afirmó un funcionario del Departamento de Estado.
En caso de que Maduro quiera viajar a la sede de Naciones Unidas en Nueva York para participar, por ejemplo, de su Asamblea General, Estados Unidos estudiaría la solicitud.
“Todos las solicitudes de visado se revisan de acuerdo con los requisitos de las leyes estadounidenses, teniendo en cuenta las obligaciones de Estados Unidos como país anfitrión de Naciones Unidas”, agregó este funcionario.
Además de las sanciones, el Gobierno de Donald Trump calificó a Maduro como “dictador”, algo que había evitado hasta ahora.
Estas sanciones llegaron al día siguiente de las elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) de Venezuela en las que se eligió a los redactores de la nueva Carta Magna en el país caribeño.
Maduro, por su parte, rechazó las sanciones llegadas desde Washington: “Son unas decisiones que expresan su impotencia, su desesperación, su odio. Expresan el carácter del magnate que es emperador de los Estados Unidos”.
“Yo no obedezco órdenes imperiales (…) de gobiernos extranjeros”, añadió Maduro. 
Fuente: Hola Noticias, Jacksonville

miércoles, 2 de agosto de 2017

Scaramucci, el más efímero de los ayudantes de Trump

por Agustín de Gracia
 A Anthony Scaramucci le cabe el dudoso honor de haber sido el alto funcionario que, hasta ahora, menos tiempo ha durado en la Administración de Donald Trump: diez días.
Más acostumbrado a los pasillos de Wall Street que a las intrigas de Washington, Scaramucci dejó hoy el puesto de director de Comunicaciones de la Casa Blanca días después de haber usado unos epítetos sobre algunos colegas que erizaron la piel de muchos.
De 53 años, Scaramucci había llegado a ese puesto en medio de una tormenta política en Washington que derivó en la renuncia del portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, disconforme con su designación como director de Comunicaciones.
Al final, Scaramucci estuvo sólo diez días en el cargo, un puesto clave en el equipo de Trump. El único antecedente, de momento, son los 24 días que estuvo como consejero de Seguridad Nacional Michael Flynn, que renunció el pasado 13 de febrero.
Vinculado al equipo de Trump desde hace más de un año, Scaramucci llegó a la Casa Blanca el pasado 21 de julio con nula experiencia en el Gobierno y procedente del sector financiero de Wall Street.
En el mundo de la comunicación sólo había hecho algunas incursiones como comentarista habitual en temas financieros y como propietario de los derechos de un programa de televisión.
Scaramucci, nacido en Long Island (en el estado de Nueva York), se vinculó formalmente con Trump cuando fue nombrado en noviembre pasado integrante de un comité de transición de dieciséis personas, del que formaban parte también los tres hijos de Trump y su yerno.
Su nombramiento como director de Comunicaciones no fue el primer intento de Trump por sumarlo a la administración, ya que en enero pasado fue designado director de la Oficina de la Casa Blanca para Asuntos Públicos e Intergubernamentales.
Sin embargo, tuvo que echarse para atrás mientras era escrutado por la Oficina de Ética Gubernamental.
También conocido como “The Mooch” (“El gorrón”), no tanto por su significado sino por la afinidad sonora con la parte final de su apellido, es hijo de un trabajador de la construcción neoyorquino.
Tras completar su licenciatura en Economía en la Universidad de Tufts y doctorarse en Derecho en Harvard, decidió desarrollarse profesionalmente en el mundo de las finanzas, y en 1996 lanzó una firma, Oscar Capital Management, que fue vendida en 2001.
El perfil público de Scaramucci comenzó a surgir cuando en 2005 fundó la compañía de inversiones SkyBridge Capital, un fondo de inversión de alto riesgo con 11.400 millones de dólares en activos.
SkyBridge le sirvió como tribuna de exposición pública y le permitió organizar una serie de conferencias financieras a partir de 2009, conocidas como SALT, en las que Scaramucci ganó entrenamiento ante los micrófonos.
Salió de SkyBridge en enero pasado, coincidiendo con la entrada de Donald Trump en la Casa Blanca y cuando la firma financiera fue vendida a un consorcio chino.
En esa operación, según medios especializados, SkyBridge fue valorada en unos 200 millones de dólares, aunque no se sabe a ciencia cierta qué participación tenía Scaramucci.
Su experiencia en el mundo de las inversiones le permitió pasar por Lehman Brothers, que entró en bancarrota durante la crisis que estalló en 2008, y Goldman Sachs, en ambos casos a partir de su vinculación a Oscar Capital.
Es autor de tres libros sobre finanzas. Uno de ellos tiene el subtítulo de “Cómo hacerte rico sin perder tu alma”.
Su experiencia en los medios comenzó cuando compró los derechos del programa de televisión “Wall Street Week”, donde apareció con frecuencia como anfitrión. También ha sido comentarista habitual del canal financiero CNBC.
Registrado como republicano, sólo se vinculó con Trump después de apoyar previamente a otros aspirantes de ese partido, Jeb Bush y Scott Walker, que se retiraron de la carrera presidencial republicana cuando Trump parecía imparable.
En 2015, cuando el ahora presidente estaba muy abajo en las encuestas, llegó a calificarle como “otro político pirata”.
La poca prudencia verbal, al final, le ha costado el puesto.
La semana pasada, en una conversación telefónica con un periodista de la revista The New Yorker, calificó al entonces jefe del Gabinete de Trump, Reince Priebus, como un “maldito esquizofrénico paranoico”, entre otras cosas mucho más ofensivas.
Priebus decidió abandonar la Casa Blanca el pasado viernes. Fue reemplazado por el general retirado John Kelly, que hoy asumió el cargo y que, según medios locales, entre las primeras cosas que hizo fue pedir la cabeza de Scaramucci. 
Fuente: Hola, Jacksonville

viernes, 19 de mayo de 2017

Última carta (inconclusa) de José Martí, el Apóstol, a su amigo Manuel Mercado

Campamento de Dos Ríos, 18 de mayo de 1895
Señor. Manuel Mercado.
Mi hermano queridísimo: Ya puedo escribir: ya puedo decirle con qué ternura y agradecimiento y respeto lo quiero, y a esa casa que es mía, y mi orgullo y obligación; ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber —puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo— de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser, y como indirectamente, porque hay cosas que para logradas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias pª alcanzar sobre ellas el fin. Las mismas obligaciones menores y públicas de los pueblos, —como ese de Vd. , y mío,— más vitalmente interesados en impedir que en Cuba se abra, por la anexión de los imperialistas de allá y los españoles, el camino, que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América al Norte revuelto y brutal q. los desprecia, —les habrían impedido la adhesión ostensible y ayuda patente a este sacrificio, que se hace en bien inmediato y de ellos. Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas;— y mi honda es la de David. Ahora mismo; pocos días hace, al pie de la victoria con que los cubanos saludaron nuestra salida libre de las sierras en que anduvimos los seis hombres de la expedición catorce días, el corresponsal del Herald, q. me sacó de la hamaca en mi rancho, me habla de la actividad anexionista, menos temible por la poca realidad de los aspirantes, de la especie curial, sin cintura ni creación, que por disfraz cómodo de su complacencia o sumisión a España, le pide sin fe la autonomía de Cuba, contenta sólo de que haya un amo, yankee o español, que les mantenga, o les cree, en premio de su oficio de celestinos, la posición de prohombres, desdeñosos de la masa pujante, —la masa mestiza, hábil y conmovedora, del país,— la masa inteligente y creadora de blancos y negros. Y de más me habla el corresponsal del Herald; Eugenio Bryson: —de un sindicato yankee,— que no será, —con garantía de las Aduanas, harto empeñadas con los rapaces bancos españoles pª q. quede asidero a los del Norte,— incapacitado afortunadamente, por su entrabada y compleja constitución política, para emprender o apoyar la idea como obra del gobierno. Y de más me habló Bryson, —aunque la certeza de la conversación que me refería, sólo la puede comprender quien conozca de cerca el brío con que hemos levantado la revolución,— el desorden, desgano y mala paga del ejército novicio español, —y la incapacidad de España pª allegar, en Cuba o afuera, los recursos contra la guerra q. en la vez anterior sólo sacó de Cuba:— Bryson me contó su conversación con Martínez Campos, al fin de la cual le dio a entender este q. sin duda, llegada la hora, España preferiría entenderse con los E. Unidos a rendir la Isla a los cubanos: —Y aún me habló Bryson más: de un conocido nuestro, y de lo q. en el Norte se le cuida, como candidato de los Estados Unidos, pª cdo. el actual presidente desaparezca, a la presidencia de México. Por acá, yo hago mi deber. La guerra de Cuba, realidad superior a los vagos y dispersos deseos de los cubanos y españoles anexionistas a que sólo daría relativo poder su alianza con el gobierno de España, ha venido a su hora en América, para evitar, aún contra el empleo franco de todas esas fuerzas, la anexión de Cuba a los Estados Unidos, que jamás la aceptarán de un país en guerra, ni pueden contraer, puesto que la guerra no aceptará la anexión, el compromiso odioso y absurdo de abatir por su cuenta y con sus armas una guerra de independencia americana. —Y México—¿no hallará modo sagaz, efectivo e inmediato, de auxiliar, a tiempo, a quien lo defiende? Sí lo hallará, —o yo se lo hallaré. Esto es muerte o vida, y no cabe errar. El modo discreto es lo único que se ha de ver. Ya yo lo habría hallado y propuesto. Pero he de tener más autoridad en mí, o de saber quien la tiene, antes de obrar o aconsejar. Acabo de llegar. Puede aún tardar dos meses, si ha de ser real y estable, la constitución de nuestro gobierno, útil y sencillo. Nuestra alma es una, y la sé, y la voluntad del país; pº estas cosas son siempre obra de la relación, momento y acomodos. Con la representación que tengo, no quiero hacer nada que parezca extensión caprichosa de ella. Llegué, con el General Máximo Gómez y cuatro más, en un bote, en que llevé el remo de proa bajo el temporal, a una pedrera desconocida de nuestras playas; cargué, catorce días, a pie por espinas y alturas, mi morral y mi rifle, —alzamos gente a nuestro paso; siento en la benevolencia de las almas la raíz de este cariño mío a la pena del hombre y a la justicia de remediarla; los campos son nuestros sin disputa, a tal punto que en un mes sólo he podido oír un fuego; y a las puertas de las ciudades, o ganamos una victoria, o pasamos revista, ante entusiasmo parecido al fuego religioso, a tres mil armas; seguimos camino, al centro de la Isla, a deponer yo, ante la revolución que he hecho alzar, la autoridad que la emigración me dio, y se acató adentro, y debe renovar, conforme a su estado nuevo, una asamblea de delegados del pueblo cubano visible, de los revolucionarios en armas. 
La revolución desea plena libertad en el ejército, sin las trabas q. antes le opuso una Cámara sin sanción real, o la suspicacia de una juventud celosa de su republicanismo, o los celos, y temores de excesiva prominencia futura, de un caudillo puntilloso o previsor; pero quiere la revolución a la vez sucinta y respetable representación republicana, —la misma alma de humanidad y decoro, llena del anhelo de la dignidad individual, en la representación de la república, que la que empuja y mantiene en la guerra a los revolucionarios. Por mí, entiendo que no se puede guiar a un pueblo contra el alma que lo mueve, o sin ella, y sé cómo se encienden los corazones, y cómo se aprovecha para el revuelo incesante y la acometida el estado fogoso y satisfecho de los corazones. Pero en cuanto a formas, caben muchas ideas: y las cosas de hombres, hombres son quienes las hacen. Me conoce. En mí, sólo defenderé lo que tenga yo por garantía o servicio de la revolución. Sé desaparecer. Pero no desaparecería mi pensamiento, ni me agriaría mi oscuridad. —Y en cuanto tengamos forma, obraremos, cúmplame esto a mí, o a otros.

Y ahora, puesto delante lo de interés público, le hablaré de mí, ya que sólo la emoción de este deber pudo alzar de la muerte apetecida al hombre que, ahora que Nájera no vive donde se le vea, mejor lo conoce, y acaricia como un tesoro en su corazón la amistad con que Vd. lo enorgullece. Ya sé sus regaños, callados, después de mi viaje. ¡Y tanto q. le dimos, de toda nuestra alma, y callado él! ¡Qué engaño es este y qué alma tan encallecida la suya, que el tributo y la honra de nuestro afecto no ha podido hacerle escribir una carta más sobre el papel de carta y de periódico que llena al día¡[…]
Hay afectos de tan delicada honestidad.

domingo, 5 de marzo de 2017

RAFAEL CORREA Y EL SÍNDROME POPULISTA

por Carlos Alberto Montaner

El 24 de mayo Rafael Correa abandonará la presidencia de Ecuador. Falta poco. No se desesperen. Lo entiendo: ha sido largo y doloroso. Lleva una década en el poder. Ese día comenzará a gobernar quien gane la segunda vuelta del 2 de abril. Si los demócratas de la oposición se mantienen unidos, Guillermo Lasso deberá sucederlo en el cargo.
¿Quién es Rafael Correa, este personaje contradictorio que se hace llamar neodesarrollista, socialista del siglo XXI, católico partidario de la Teología de la Liberación, nacionalista de izquierda, y, encima, canta y toca la guitarra?
¿Estamos en presencia de un comunista disfrazado, como lo fue Fidel Castro hasta que confesó su verdadera militancia en 1961 tras haberla negado previamente media docena de veces?
No creo que Correa sea comunista. Es otra cosa. Aunque es un economista mediocre sin investigaciones originales, sabe lo suficiente para advertir que las ideas de Marx son disparatadas.
Pese a su discurso ante las cenizas del Comandante en noviembre del 2016, transido de admiración y radicalismo, Correa es la quintaesencia del populista latinoamericano. ¿Cómo se sabe? Se sabe por el estudio de sus síntomas. El populismo es un síndrome.
No hay la menor contradicción en ello. Los Castro y Rafael Correa se hermanan en la devoción populista, en el autoritarismo y en el histrionismo. Correa es fidelista a fuer de ser populista. Perón también simpatizaba con Fidel y viceversa, como les ocurría a Mussolini y a Lenin. Se amaban en secreto, como en los boleros.
Naturalmente, se puede ser populista y comunista o fascista. Eso no importa. Hay populistas a la derecha y a la izquierda del espectro político. El populismo son medidas de gobierno para conquistar el poder y mantenerse en él. Está relacionado con la psicología profunda del que manda. Incluso, no faltan líderes y partidos democráticos que, lamentablemente, exhiben algunos elementos populistas.
Se trata de formas paralelas de gobernar que incluye varios rasgos definitorios:
• Caudillismo con todas sus taras, como, por ejemplo, el narcisismo.
• El exclusivismo (los otros son siempre unos canallas).
• El clientelismo, mediante la abundante utilización de subsidios.
• El nacionalismo exacerbado que se confunde con el chauvinismo.
• El “adanismo” (creen que la historia real de la patria comenzó con ellos).
• El estatismo, dado que desconfían de la empresa privada.
• El gasto público excesivo para sostener a la clientela política, lo que suele dar lugar a coimas y otras corrupciones además de la ruina total.
• El rechazo al mercado y al comercio internacional (Correa, como Trump, aunque por la otra punta, era enemigo del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos).
• El lenguaje cáustico y la ausencia total de cualquier vestigio de cordialidad cívica.
No hay duda. Rafael Correa se parece más a los fascistas que a los marxistas-leninistas. Tiene mucho de Perón y de Velasco Alvarado, aquel ignorante general peruano que destruyó la economía de su país con medidas populistas.
Correa es un caudillo persuadido de que posee todas las verdades y de que sus adversarios son gentes despreciables. Quien tiene o manifiesta una idea diferente es un bribón al que debe denostársele y, si no se escapa, como hicieron los periodistas Emilio Palacio y Fernando Villavicencio, hay que encerrarlo.
El populista no tiene el menor respeto por las instituciones, ni por la ley, ni por el adversario, pero exige que se le trate con unción. Cuando en medio de la calle un chiquillo le hizo a Correa un gesto obsceno con el dedo medio, el presidente detuvo la caravana de coches y lo hizo arrestar.
La oposición ha contado varias docenas de insultos y calumnias proferidos en las “sabatinas”, unos programas radiales que algún día se utilizarán como material de estudio en las clases de psicopatología del poder.
Correa no cree en la tolerancia, ni en la libertad de expresión, ni en quienes postulan, como sentenció Thomas Jefferson, que es preferible una sociedad sin gobierno independiente, pero con prensa libre, antes que lo contrario.
Correa se burla o persigue a quienes lo critican y trata de arruinarlos, como hizo con los propietarios de El Universo, un gran periódico guayaquileño, porque los ricos, si no se pliegan, son sus enemigos naturales.
En fin, en la primera vuelta los ecuatorianos se han ganado el derecho a ser libres. Bravo. Lo obtuvieron en la vigilia postelectoral y en la determinación de no dejarse robar el resultado de los comicios. Ahora tendrán que triunfar en los comicios del 2 de abril para rematar la faena. Si no lo hacen, Correa volverá. Ya amenaza con ello.
Fuente: El Blog de Carlos Alberto Montaner

sábado, 28 de enero de 2017

Esta nota fue enviada por Martí a Máximo Gómez el mismo día de su muerte desde el campamento de La Vuelta Grande





19 de Mayo, 1895.

Sr. General Máximo Gómez:

Como a las cuatro salimos, para llegar a tiempo a la Vuelta, a donde pasó desde las diez la fuerza de Masó, a acampar, y reponer su muy cansada caballería: desde anoche llegaron. No estaré tranquilo hasta no verlo llegar a Vd. Le llevo bien cuidado el jolongo.

La fuerza aunque sin animales útiles, hubiera querido salir a seguirlo en la busca del convoy; pero temían confundirse en idas y venidas, en vez de serle útil. Mucho ha violentado a Masó el viaje inútil a la Sabana.

Su

José Martí

Carta de José Martí a Máximo Gómez, 20 de julio de 1982


New York, 20 de Julio de 1882

Sr. General Máximo Gómez:

Sr. y amigo:

El aborrecimiento en que tengo las palabras que no van acompañadas de actos, y el miedo de parecer un agitador vulgar, habrán hecho sin duda, que Vd. ignore el nombre de quien con placer y afecto le escribe esta carta. Básteme decirle que aunque joven, llevo muchos años de padecer y meditar en las cosas de mi patria; que ya después de urdida en New York la segunda guerra, vine a presidir,-más para salvar de una mala memoria nuestros actos posteriores que porque tuviese fe en aquello, -el Comité de New York; y que desde entonces me he ocupado en rechazar toda tentativa de alardes inoficiosos y pueriles, y toda demostración ridícula de un poder y entusiasmo ridículo, aguardando en calma aparente los sucesos que no habían de tardar en presentarse, y que eran necesarios para producir al cabo en Cuba, con elementos nuevos, y en acuerdo con los problemas nuevos, una revolución seria, compacta e imponente, digna de que pongan mano en ella los hombres honrados. La honradez de Vd., General, me parece igual a su discreción y a su bravura. Esto explica esta carta.

Quería yo escribirle muy minuciosamente sobre los trabajos que llevo emprendidos, la naturaleza y fin de ellos, los elementos varios y poderosos que trato ya de poner en junto, y las impaciencias aisladas y bulliciosas y perjudiciales que hago por contener. Porque Vd. sabe, General, que mover un país, por pequeño que sea, es obra de gigantes. Y quien no se sienta gigante de amor, o de valor, o de pensamiento, o de paciencia, no debe emprenderla. Pero mi buen amigo Flor Crombet sale de New York inesperadamente, antes de lo que teníamos pensado que saliese: y yo le escribo, casi de pie y en el vapor, estos renglones, para ponerle en conocimiento de todo lo emprendido, para pedirle su cuerdo consejo, y para saber si en la obra de aprovechamiento y dirección de las fuerzas nuevas que en Cuba surgen ahora sin el apoyo de las cuales es imposible una revolución fructífera, y con las cuales será posible pronto-piensa Vd. como sus amigos, y los míos, y los de nuestras ideas piensan hoy.-Porque llevamos ya muchas caídas para no andar con tiento en esta tarea nueva. El país vuelve aún los ojos confiados a aquel grupo escaso de hombres que ha merecido sus respeto y asombro por su lealtad y valor: importa mucho que el país vea juntos, sensatos ahorradores de sangre inútil, y prevedores de los problemas venideros, a los que intentan sacarlo de su quicio, y ponerlo sobre quicio nuevo.

Por mi parte, General, he rechazado toda excitación a renovar aquellas perniciosas camarillas de grupo de las guerras pasadas, ni aquellas jefaturas espontáneas, tan ocasionadas a rivalidades y rencores: sólo aspiro a que formando un cuerpo visible y apretado aparezcan unidas por un mismo deseo grave y juicioso de dar a Cuba libertad verdadera y durable, todos aquellos hombres abnegados y fuertes, capaces de reprimir su impaciencia en tanto que no tengan modo de remediar en Cuba con una victoria probable los males de una guerra rápida, unánime y grandiosa, y de cambiar en la hora precisa la palabra por la espada.

Yo estaba esperando, Sr. y amigo mío, a tener ya juntos y de la mano algunos de los elementos de esta nueva empresa. El viaje de Crombet a Honduras, aunque precipitado ahora, es una parte de nuestros trabajos, y tiene por objeto, como él le explicará a Vd. largamente, decirle lo que llevamos hecho, la confianza que Vd. inspira a sus antiguos Oficiales, lo dispuesto que están ellos-aun los que parecían más reacios-a tomar parte en cualquier tentativa revolucionaria, aun cuando fuera loca, y lo necesitado que estamos ya de responder de un modo oíble y visible a la pregunta inquieta de los elementos más animosos de Cuba, de los cuales muchos nos venían desestimando y ahora nos acatan y nos buscan. Antes de ahora, General, una excitación revolucionaria hubiera parecido una pretensión ridícula, y acaso criminal, de hombres tercos, apasionados e impotentes: hoy, la aparición en forma serena, juiciosa de todos los elementos unidos del bando revolucionario, es una respuesta a la pregunta del país. Esperar es una manera de vencer. Haber esperado en esto, nos da esta ocasión, y esta ventaja. Yo creo que no hay mayor prueba de vigor que reprimir el vigor. Por mi parte, tengo esta demora como un verdadero triunfo.

Pero así como el callar hasta hoy ha sido cuerdo, el callar desde hoy sería imprudente. Y sería también imprudente presentarse al país de otra manera que de aquella moderada, racional y verdaderamente redentora que espera de nosotros. Ya llegó Cuba, en su actual estado y problemas, al punto de entender de nuevo la incapacidad de una política conciliadora, y la necesidad de una revolución violenta. Pero sería suponer a nuestro país un país de locos, exigirle que se lanzase a la guerra en pos de lo que ahora somos para nuestro país, en pos de un fantasma. Es necesario tomar cuerpo y tomarlo pronto, y tal como se espera que nuestro cuerpo sea. Nuestro país abunda en gente de pensamiento, y es necesario enseñarles que la revolución no es ya un mero estallido de decoro, ni la satisfacción de una costumbre de pelear y mandar, sino una obra detallada y previsora de pensamiento. Nuestro país vive muy apegado a sus intereses, y es necesario que le demostremos hábil y brillantemente que la Revolución es la solución única para sus muy amenguados intereses. Nuestro país no se siente aún fuerte para la guerra, y es justo, y prudente, y a nosotros mismos útil, halagar esta creencia suya, respetar este temor cierto e instintivo, y anunciarle que no intentamos llevarle contra su voluntad una guerra prematura, sino tenerlo todo dispuesto para cuando él se sienta ya con fuerzas para la guerra. Por de contado, General, que no perderemos medios de provocar naturalmente esta reacción. Violentar el país sería inútil, y precipitarlo sería una mala acción. Puesto que viene a nosotros, lo que hemos de hacer es ponernos de pie para recibirlo. Y no volver a sentarnos.

Y aun hay otro peligro mayor, mayor tal vez que todos los demás peligros. En Cuba ha habido siempre un grupo importante de hombres cautelosos, bastante soberbios para abominar la dominación española, pero bastante tímidos para no exponer su bienestar personal en combatirla. Esta clase de hombres, ayudados por los que quisieran gozar de los beneficios de la libertad sin pagarlos en su sangriento precio, favorecen vehementemente la anexión de Cuba a los Estados Unidos. Todos los tímidos, todos los irresolutos, todos los observadores ligeros, todos los apegados a la riqueza, tienen tentaciones marcadas de apoyar esta solución, que creen poco costosa y fácil. Así halagan su conciencia de patriotas, y su miedo de serlo verdaderamente. Pero como esa es la naturaleza humana, no hemos de ver con desdén estoico sus tentaciones, sino de atajarlas.

¿A quién se vuelve Cuba, en el instante definitivo, y ya cercano, de que pierda todas las nuevas esperanzas qué el término de la guerra, las promesas de España, y la política de los liberales le han hecho concebir? Se vuelve a todos los que le hablan de una solución fuera de España. Pero si no está en pie, elocuente y erguido, moderado, profundo, un partido revolucionario que inspire, por la cohesión y modestia de sus hombres, y la sensatez de sus propósitos, una confianza suficiente para acallar el anhelo del país-¿a quién ha de volverse, sino a los hombres del partido anexionista que surgirán entonces? ¿Cómo evitar que se vayan tras ellos todos los aficionados a una libertad cómoda, que creen que con esa solución salvan a la par su fortuna y su conciencia? Ese es el riesgo grave. Por eso es llegada la hora de ponernos en pie.

A eso iba, y va, Flor Crombet a Honduras. Querían hacerle picota de escándalo, y base de operaciones ridículas. El tiene noble corazón, y juicio sano, y creo que piensa como pienso. A eso va, sin tiempo de esperar al discreto comisionado que tengo en estos instantes en la Habana, comenzando a tener en junto todos los hilos que andan sueltos. Porque yo quería, General, enviar a Vd. más cosas hechas.

Va Crombet a decirle lo que ha visto, que es poco en lo presente visible, y mucho más en lo invisible y en lo futuro. Va en nombre de los hombres juiciosos de la :Habana y el Príncipe y en el de Don S. Cisneros, y en mi nombre, a preguntarle si no cree Vd. que esas que llevo precipitadamente escritas deben ser las ideas capitales de la reaparición, en forma semejante a las anteriores, y adecuada a nuestras necesidades prácticas, del partido revolucionario. Va a oír de Vd. si no cree que esos que le apunto son los peligros reales de nuestra tierra y de sus buenos servidores. Va a saber previamente, antes de hacer manifestación alguna pública,-que pudiera aparecer luego presuntuosa, o desmentida por los sucesos-si Vd. cree oportuno y urgente que el país vea surgir como un grupo compacto, cuerdo y activo a la par que pensador, a todos aquellos hombres en cuya virtud tiene fe todavía. Va a saber de Vd. si no piensa que esa es la situación verdadera, esa la necesidad ya inmediata, y ese, en rasgos generales, el propósito que puede realzar, acelerar sin violencia, acreditar de nuevo, y dejar en mano de sus guías naturales e ingenuos la Revolución. Ni debe ésta ir a otro país, General, ni a hombres que la acepten de mal grado, o la comprometan por precipitarla, o la acepten para impedirla, o para aprovecharla en beneficio de un grupo o una sección de la Isla.

Ya se va el correo, y tengo que levantar la pluma que he dejado volar hasta aquí. Me parece, General, por lo que le estimo, que le conozco desde hace mucho tiempo, y que también me estima. Creo que lo merezco, y sé que pongo en un hombre no común mi afecto. Sírvase no olvidar que espero con impaciencia su respuesta, porque hasta recibirla todo lo demoro, y la aguardo, no para hacer arma de ella, sino con esta seguridad y contento interiores, empezar a dar forma visible a estos trabajos, ya animados, tenaces y fructuosos. Jamás debe cederse a hacerlo pequeño por no parecer tibio o desocupado; pero no debe perderse tiempo en hacerlo grande.

¿Cómo puede ser que Vd. que está hecho a hacerlo, no venga con toda su valía a esta nueva obra? Ya me parece oír la respuesta de sus labios generosos y sinceros. En tanto, queda respetando al que ha sabido ser grande en la guerra y digno en la paz,

su amigo y estimador

José Martí