Por Alejandro L. Perdomo
Aguilera
Una muerte esperada y polémica la del dictador Fidel
Castro. Cubanos dentro y fuera de la Isla la esperaban, unos en silencio y
otros con júbilo meditan acerca del impacto del previsible deceso del líder
revolucionario devenido en dictador, que por alrededor de más de medio siglo ha
oprimió al pueblo cubano en un régimen totalitario gobernado por un solo partido.
Ha muerto el dictador Fidel Castro y aunque se cierra
un ciclo de marcado culto a la personalidad, donde más que seguidores
comunistas, fueron fidelistas aquellos que por décadas siguieron las órdenes del
tirano, aun queda vivo el régimen dirigido desde el año 2006 por su hermano, Raúl
Castro.
La libertad es el derecho más genuino de un ser
humano, y no puedo ni podré nunca sufrir por alguien que limitó durante
alrededor de seis décadas las libertades más elementales del pueblo cubano; respetaré
siempre el dolor ajeno, tuve excelentes colegas que adoraban su figura y por
ende, me manifiesto con respeto y civismo, pero expresar el pensamiento propio
y luchar por los derechos más elementales de un ser humano, más que un derecho
es una obligación de todo individuo comprometido con su patria y sus raíces.
Durante toda mi vida en Cuba tuve que ver la imagen de
Fidel como una constante en retratos que colgaban burócratas detrás de sus
oficinas como respaldo a las atrocidades que cometían, no pocas veces en favor
de intereses propios, pero que hacían valer a través de la imagen o el supuesto
baluarte de inspirar sus objetivos en el seguimiento a los supuestos designios
del llamado jefe de la revolución.
Cada día los cubanos nos adaptamos a ver en la
televisión, la radio y la prensa oficialista, frases y consignas donde
cualquier “cuadro” sacaba de contexto alguna fatídica frase del consagrado dictador para hacer valer sus
deseos sobre el tópico del momento. Los periodistas del noticiero nacional,
tenían que hacer magia con sus voces para leer las extendidas “reflexiones” del
dictador como antesala de cualquier noticia, con el temor de no mostrar ninguna
imagen de cansancio o comentario final que pudiese significar el fin de su
carrera en el noticiero.
Por años nos vimos influenciados por las alocadas
ideas del tirano, que no pocas veces nos hicieron salir de aulas y trabajos
para ser incitados a marchar a las ideas del gobernante, que lo mismo ponían
las manos de un cirujano cardiovascular a cortar caña, que hacían a un
adolescente sembrar tabaco, café o más recientemente de pisteros de las
gasolineras del país, cambiando bombillos o censando a un país, que más que un
censo parecía la inspección de un instructor de la policía en cualquier
vivienda. No pocas veces vi a profesores universitarios desesperados porque una
de estas campañas interrumpía su plan de enseñanza o miraban con tristeza como
la historia de su vida se repetía se repetía década tras década en sus
estudiantes. En mis años de universidad recuerdo como cuando me iba para un
censo un querido profesor me comentaba como lo habían sacado de escribir su
tesis para ir a cortar caña durante la fracasada zafra del 70.
Para rematar, las personas que tenían por encargo convencerte
para tales campañas, frecuentemente no podían sostener los argumentos para las llamadas
“tareas de choque” sin citar la coletilla de cómo nos enseñó o indicó el
"Comandante". Entretanto, iba estudiando
la historia de diversas dictaduras, donde se manifestaba como una constante el
dañino l culto a la personalidad para pueblos y gobiernos que justificaban
evidentes violaciones de los derechos fundamentales del hombre y del ciudadano en
el supuesto interés nacional del país, que no era más que el objetivo del
momento de algún dictador.
Hasta en el XX Congreso del Partido Comunista de la
desaparecida Unión Soviética del año 1956, Nikita Khruschev haría sus críticas
al culto a la personalidad de Stalin. Ojala y la muerte de Fidel Castro ayude a
desmitificar mitos y acelerar la necesaria democratización de la sociedad
cubana, donde hombres y mujeres puedan expresar su opinión libremente dentro de
la Isla, y no tenga que sufrir mirando imágenes del malecón habanero, donde a
pocas horas de la muerte del dictador, jóvenes es escabullen de los periodistas
para no verse forzados a mentir, o dicen con tristeza que no tienen nada que
añadir.
El silencio ante un acontecimiento como la muerte de
la persona que dictó los designios de un país por más de 50 años para luego
legar el poder a su hermano, evidencia la existencia de un régimen que no
permite a sus ciudadanos expresarse libremente, donde tenemos que buscar
opiniones coherentes en líderes manifiestos de la oposición y no en individuos comunes,
que le dan la espalda a las cámaras para no correr riesgos o hablan con temor evidenciando
lo molesto que resulta opinar en un país donde impera un gobierno que priva a
sus ciudadanos de los derechos más elementales.
Fidel ha muerto, pero aún queda un régimen que inspira
a sus ciudadanos a emprender las aventuras migratorias más arriesgadas,
enfrentando los tiburones del estrecho de la Florida y los coyotes de las fronteras,
bajo el sueño de lograr forjar un futuro, donde las personas puedan vivir del
fruto de su trabajo y donde soñar con la libertad y la prosperidad no sea un
sueño idílico sino una realidad posible para las familias que por tantos años han
estado divididas y limitadas por las políticas totalitarias de la dictadura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario