En los últimos meses mucho ha cambiado en el drama Cuba-USA en torno a la reconciliación y las conveniencias del contexto. Ciertamente algunos de estas transformaciones eran esperadas desde hace meses, entre ella estaba la salida de Cuba de la lista de patrocinadores del terrorismo y el cambio de categoría en la lista de trata de personas. Todo ello fue facilitado luego de los hechos del 17 de diciembre pasado, cuando el gobierno de Obama y el de Raúl Castro anunciaron el canje y las medidas “colaterales”.
El gran dilema respecto a estos cambios sigue siendo como beneficiar más al pueblo que al gobierno totalitario que puja por acaparar todos los beneficios del intercambio bilateral, al tiempo que se incrementa la represión contra la oposición interna cubana. Los actos contra grupos de oposición en las últimas semanas señalan que hay elementos que no están dispuestos a liberar y que el sentido de la reconciliación apunta más a la necesidad de solvencia económica del capitalismo monopolista de Estado liderado por Raúl Castro, que a un cambio de mentalidad real, como desean puntualizar al interior del pueblo dicho mandatario y sus más “fieles” adeptos.
La limitada factura de los lineamientos económicos enunciados por el gobierno, carecen de una visión estratégica hacia el desarrollo socioeconómico del país, y las limitadas ventajas que saca la sociedad civil que impulsa el sector privado son rápidamente atacadas cuando se destaca que incluyen aspectos que liberalizan “peligrosamente” las mentes y el bolsillo de los ciudadanos.
Los discursos oficiales cambian los epítetos hacia el gobierno de Obama, pero continúan la esencia filosófica totalitaria de un gobierno con partido único, que reprime a los ciudadanos que piensan diferente, tilda de traidores a quienes desean otro destino para su nación o le otorgan matiz puramente económico a las emigraciones de sus ciudadanos.
Sin embargo, los cambios que se producen al interior de la sociedad y en la relación bilateral, a la larga, conllevan a transformaciones importantes en la sociedad civil cubana que va reconociendo sus problemas, adquiere una visión más global de las preocupaciones y limitantes que hoy envuelven la vida cotidiana, y más allá de las carencias económicas reconocen la falta libertades políticas.
La relación que se establece entre los cubanos de la Isla y sus redes familiares y sociales en Estados Unidos se afianza diariamente. El desarrollo de las comunicaciones y el uso de los dispositivos móviles y las aplicaciones de internet en el país, ganan espacio lentamente. El cambio de mentalidad, si bien no como quisiera el gobierno de Raúl Castro, se produce aceleradamente en la sociedad con un visible impacto en las nuevas generaciones, que no desean ver repetida la historia de sus padres y abuelos, luego de más de cinco décadas de frustraciones.
El camino es difícil y lleno de incertidumbres, pero cada día somos más los cubanos de adentro y de afuera del país, que independientemente de los costos que conllevan, deseamos un destino diferente para nuestra patria, donde cada ciudadano pueda expresar sus ideas con libertad, tener espacios de debate político y socioeconómico; donde no se criminalice la protesta social, ni se perciba la unanimidad utópica de un partido y un gobierno que no representa a la mayoría de los ciudadanos.
Los cambios en el debate Cuba-USA continuarán e, indudablemente, el tiempo favorece una nueva época para la relación bilateral, donde se quiera o no, la sociedad cubana impulsará un nuevo camino para la relación bilateral y para, sobre todo, la liberalización de nuestra patria.
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