viernes, 14 de agosto de 2015

14 de agosto de 2015, un año en Estados Unidos de América en la piel de un inmigrante

por Alejandro L. Perdomo Aguilera
Hoy se cumple un año de mi entrada legal en Estados Unidos. Desde el primer día he obrado consecuente con mis principios y criterios y muchas han sido las adversidades por esa razón; sin embargo, no me arrepiento de absolutamente ninguna de mis decisiones pues todas las he tomado por amor, respeto y libertad.
Por más interesante y laberintico que sea un camino para una persona que sale de su país, cuando se obra con buena fe, sin dejarse arrastrar por las manipulaciones, actuando consecuente con los criterios que uno sostiene, vale la pena cualquier sacrificio. Ha sido un año muy bello, donde he aprendido a amar más a Cuba, mi novia, como diría el viejo Máximo Gómez, la patria que de la que me alejé físicamente para luchar por su libertad, y también he aprendido a comprender y respetar más este hermoso país de inmigrantes, con sus virtudes y defectos como todo en la vida.
Han sido meses hermosos, donde de repente uno se siente ajeno y de pronto te vuelves parte, se desarrolla una sensación de pertenencia paulatina que sorprende al más aventurero, y te encuentras con personas e historias  admirables que te hacen ver la tuya fácil y diminuta, y reconoces cada oleada migratoria en cada cubano que observas, cada uno trae una historia de tu país y tu raíces que o desconocías por completo o sólo tenías una versión de los hechos.
En el orden tecnológico, disfrutas con pasión desorbitante el placer de navegar por internet con libertad, sin temor a quien sigue la traza, o a que la velocidad sea tan lenta que debas pedirle a un amigo bajar un texto o esperar casi dos horas para ver una foto o un video en youtube. Por primera vez descubres que significa interactuar en un smart phone, hacer un uso dinámico de las redes sociales y entiendes la diferencia entre un celular y un bíper.
Pero estas delicias tienen sus partes tristes, al encerrarte un una laptop madrugadas enteras, conociendo una historia de tu país y de las luchas y vicisitudes que vives y que  aunque conoces algunas, de lejos se aprecia diferente. Te indignas cuando vuelves a ver documentales como Balseros y se te humedeces los ojos al compartir con un amigo un documental como Gusanos y ver como censuran las libertades más elementales y golpean a un disidente como Rodiles o a una señora de blanco que clama por la libertad.
En ese contexto, reconoces en un joven que protesta por sus derechos en tu tierra y ves a Eliecer Ávila y su movimiento como amigos de causa, y aunque ni siquiera se conocen tienes más en común con estos que con la antigua vecina del barrio que informaba y miraba a tu bolsa para ver los insumos que llevabas a tu hogar.
En ese enjambre de sentimientos ves con admiración a unas señoras que marchan de blanco y de repente quisieras estar allí con ellas cada domingo, por las calles de la 5 avenida que tantas veces recorrí y ahora miro diferente. Han sido meses donde las sorpresas no han faltado, y no me refiero sólo al primer hot dog real en pleno Manhattan, la primera nevada frente al Monumento de Washington, el primer resfriado real o el zumbido de tus oídos la primera vez que montas al metro, ni a alimentarte corriendo en plena calle o extrañar el calor y hasta un huevo frito; me refiero también a las sorpresas que ofrecen personas que creías leales, amigas y  flaquean en las difíciles y a aquellas otras que ni siquiera conocías y te han acogido con gran aprecio y te han apoyado en horas duras.
Cada migrante tiene su historia, lo que hace un tanto diferente la de un cubano es la situación de la patria que deja, la dictadura que la oprime, los ridículos precios que se imponen para llamar a tus familiares cuando ves a muchos hispanos que se comunican horas con los suyos por el mínimo, la tristeza que produce ver los problemas del agua, el atraso tecnológico y tantas necesidades básicas que en Cuba se ven como lujos y acá resultan elementales para cualquier ciudadano.
Reconoces el país de norte a sur y contrastas el frío y la música country con el calor y la salsa de Miami, te encuentras allí otras historias de tu país que ni siquiera conocías, reconoces alimentos que tus abuelos hablaban con nostalgia y ahora sólo se ven en algunas calles de Hialeah y otros rincones de esa ciudad. Hasta tu música la escuchas diferente,  y un grupo de reggaetón que odiabas en Cuba acá lo toleras mejor, será que la nostalgia nos hace más reflexivos, o la vejez más tolerantes, o el exilio más reflexivos. Será que ya no somos los mismos, y que de pronto filmes como Larga distancia Memorias del desarrollo se ven como historias demasiado cercanas; será que la cubanía y el amor a lo tuyo no se acaba con cruzar las 90 millas, será que el Rincón de San Lázaro de la 4 del east te hace sentir como si estuviera en el tuyo, pidiendo milagros al viejito San Lázaro, y escuchando frases del yoruba y del cristianismo al unísono; será que el 17 de diciembre de 2014 ha sido más profundo de lo que parece y que Ricardo Arjona se vuelve más certero en alguna de sus canciones que Raúl y Obama en alguno de sus discursos; será que cada migrante tiene su historia, sus credos y sus sueños.
Ya sé que es sólo una historia, la de uno más entre tantos migrantes que han cruzado con suerte,  pero este primer año ha sido divino para  reconocer las lagunas y encontrar fortalezas, para amar cada día más la familia, la patria y al ser humano, será un solo año, pero es bendito, para recordar las razones por las que se toman decisiones y sentirnos felices de ser consecuentes con ella si estas se inspiran en el amor, el respeto y la libertad como causas que no tienen precio.
 14 de agosto de 2015, un año en Estados Unidos de América en la piel de un inmigrante

La embajada de Washington en la Habana y las incógnitas del futuro bilateral


Por Alejandro L. Perdomo Aguilera

El 14 de agosto de 2015 quedará impregnado en la historia como un día histórico para las relaciones bilaterales entre Cuba y Estados Unidos. Mucho se ha comentado sobre la falta de una invitación a la oposición al gobierno cubano para asistir al primer acto de inauguración de la embajada, y a muchos, entre los que me incluyo es algo que ha molestado.
Sin embargo, no debe apreciarse como humillante el aceptar participar en una segunda cita, algo más “íntima” y menos protocolar, que de bienvenida a un público para las actividades con motivo de este hecho. En política, todo espacio es necesario, sobre todo cuando se trabaja en la oposición, y el espacio que no se ocupa es ocupado por otros, de modo que la no presentación resulta más que errónea en estos tiempos de cambios.
La necesidad de dar visibilidad a la oposición cubana es inminente para empoderar a importantes sectores de la sociedad civil cubana y darle así la oportunidad de conocer a nuevos líderes políticos. Por duro que sea sentirse como plato de segunda mesa, siempre que se mantengan firmes los principios que se persiguen y se presenten con firmeza y coherencia los objetivos y cuestiones no negociables, como son la defensa de las libertades individuales, los derechos humanos, la libertad de expresión, de reunión y de asociación, resulta más que válida, estratégica la presencia de la disidencia en las actividades de la inauguración de la embajada.
Tal actividad constituye un paso trascendental para el futuro de las relaciones bilaterales, y ello no sólo incluye a la relación entre ambos gobiernos, sino que sus disímiles consecuencias repercutirán paulatinamente en la relación de ambos pueblos y, en particular, en la de los cubanos de un lado y otro del malecón, que producen poco a poco cambios políticos, sociológicos, materiales y de mentalidad en la vida del cubano de a pie.
Las transformaciones que se producen al interior de la sociedad cubana, con un limitado pero real mejoramiento del acceso a la internet y un cambio de visión sobre la relación con el mítico vecino del norte, resulta una oportunidad irrenunciable para avanzar en temas de vital discusión en la sociedad civil cubana, que hasta el presente se han mantenido apañados por las excesivas justificaciones que realiza el gobierno cubano, achacándole hasta las más ridículas limitantes de la vida nacional a la política de Washington.
No dejar que el gobierno se apropie de los sueños y esperanzas de la mayoría del pueblo, parte de contar con líderes que sepan adecuarse a la circunstancias, aceptar con honor las realidades que la vida impone y seguir nuestros objetivos de libertad y democracia. Pero ello parte de abandonar la psicología paternalista y el orgullo adolescente de si no me invitan al primer baile no asisto al segundo.
El mejoramiento de la relación entre los cubanos de un lado y otro de las 90 millas es un logro del pueblo cubano, que con sus limitantes e incertidumbres ha sabido sobreponerse a los fatídicos años 70 del quinquenio gris y a los inmorales actos de repudio durante la oleada migratoria del Mariel y ya despedía con tristeza y esperanza a los balseros de los años 90, manteniendo una relación humana y sistemática con el resto con familiares y amigos que emigran diariamente.
Los tiempos cambian y las generaciones de cubanos de un lado y del otro también. Recordando aquel viejo texto de apología de la historia, se demuestra una vez más, que “los hijos se parecen más a su época que a sus padres”, y los ciudadanos necesitan y merecen soñar y luchar con una sociedad donde disentir no sea un delito, donde la pluralidad, el debate, el respeto a las diferencias y el exigir nuestros derechos no sean vistos como una idea que le pone en la mente a un ciudadanos un actor externo, sino como una necesidad existencial del de hombres y mujeres que merecen vivir en libertad.
La inauguración de la embajada no logrará temas tan amplios y profundos, pero el aprovechar las oportunidades que se presentan en el actual escenario político bilateral con pericia y visión de futuro, puede ser sumamente beneficioso para proveer un  mejor futuro a la relación bilateral, más allá de la que se establece hoy entre ambos gobiernos.
El hecho de que las negociaciones no vayan al ritmo o el tono que cada parte quisiera no debe interpretarse como algo frustrante, la política es el arte de prever decía el Apóstol, y obrar con arte en estos tiempos de cambios puede ser sumamente beneficioso para mejorar las oportunidades, espacios y esperanzas de los cubanos que ven hoy una luz en el horizonte, y no sin falta de incógnitas se va hilvanando un mejor futuro bilateral, paralelo a la apertura de las embajadas entre la Habana y DC.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Cambios en el debate Cuba-USA en la sociedad civil cubana

por Alejandro L. Perdomo Aguilera
En los últimos meses mucho ha cambiado en el drama Cuba-USA  en torno a la reconciliación y las conveniencias del contexto. Ciertamente algunos de estas transformaciones eran esperadas desde hace meses, entre ella estaba la salida de Cuba de la lista de patrocinadores del terrorismo y el cambio de categoría en la lista de trata de personas. Todo ello fue facilitado luego de los hechos del 17 de diciembre pasado, cuando el gobierno de Obama y el de Raúl Castro anunciaron el canje y las medidas “colaterales”.
El gran dilema respecto a estos cambios sigue siendo como beneficiar más al pueblo que al gobierno totalitario que puja por acaparar todos los beneficios del intercambio bilateral, al tiempo que se incrementa la represión contra la oposición interna cubana. Los actos contra grupos de oposición en las últimas semanas señalan que hay elementos que no están dispuestos a liberar y que el sentido de la reconciliación apunta más a la necesidad de solvencia económica del capitalismo monopolista de Estado liderado por Raúl Castro, que a un cambio de mentalidad real, como desean puntualizar al interior del pueblo dicho mandatario y sus más “fieles” adeptos.
La limitada factura de los lineamientos económicos enunciados por el gobierno, carecen de una visión estratégica hacia el desarrollo socioeconómico del país, y las limitadas ventajas que saca la sociedad civil que impulsa el sector privado son rápidamente atacadas cuando se destaca que incluyen aspectos que liberalizan “peligrosamente” las mentes y el bolsillo de los ciudadanos.
Los discursos oficiales cambian los epítetos hacia el gobierno de Obama, pero continúan la esencia filosófica totalitaria de un gobierno con partido único, que reprime a los ciudadanos que piensan diferente, tilda de traidores a quienes desean otro destino para su nación o le otorgan matiz puramente económico a las emigraciones de sus ciudadanos.
Sin embargo, los cambios que se producen al interior de la sociedad y en la relación bilateral, a la larga, conllevan a transformaciones importantes en la sociedad civil cubana que va reconociendo sus problemas, adquiere una visión más global de las preocupaciones y limitantes que hoy envuelven la vida cotidiana, y más allá de las carencias económicas reconocen la falta libertades políticas.
La relación que se establece entre los cubanos de la Isla y sus redes familiares y sociales en Estados Unidos se afianza diariamente. El desarrollo de las comunicaciones y el uso de los dispositivos móviles y las aplicaciones de internet en el país, ganan espacio lentamente. El cambio de mentalidad, si bien no como quisiera el gobierno de Raúl Castro, se produce aceleradamente en la sociedad con un visible impacto en las nuevas generaciones, que no desean ver repetida la historia de sus padres y abuelos, luego de más de cinco décadas de frustraciones.
El camino es difícil y lleno de incertidumbres, pero cada día somos más los cubanos de adentro y de afuera del país, que independientemente de los costos que conllevan, deseamos un destino diferente para nuestra patria, donde cada ciudadano pueda expresar sus ideas con libertad, tener espacios de debate político y socioeconómico; donde no se criminalice la protesta social, ni se perciba la unanimidad utópica de un partido y un gobierno que no representa a la mayoría de los ciudadanos.
Los cambios en el debate Cuba-USA continuarán e, indudablemente, el tiempo favorece una nueva época para la relación bilateral, donde se quiera o no, la sociedad cubana impulsará un nuevo camino para la relación bilateral y para, sobre todo, la liberalización de nuestra patria.

El Maleconazo

Mucha gente me pregunta ¿por qué, si la situación está tan mal en Cuba, el Pueblo no se rebela? Siempre contesto que hay que vivir, de verdad, en Cuba, tener familia allí o estar muy cerca de la realidad del día a día cubano para entenderlo. No obstante les hablo de los más de 10 años de resistencia en el Escambray y del Maleconazo.
¿Maleconazo? ¿Qué es eso? Hay muchos cubanos que lo saben, por haberlo vivido o por haberlo oído contar. Tenemos que intentar que lo sepan todos.
Eduardo Rodríguez Ginard, ese día tenía seis años, se asustó cuando su madre le prohibió salir a jugar y a través de las ventanas empezó a llegar el bullicio formado por miles de personas en la calle. El susto aumentó cuando entendió lo que decían los gritos, por primera vez oyó: ¡Abajo el comunismo! ¡Abajo Fidel!, ¡Viva Cuba!; El último, incluso para su mente infantil, tenía un sentido distinto que relacionó con las clases de Historia que recibía, a escondidas, y que en nada se parecían a las de la escuela. Era el 5 de agosto de 1994. Hoy Eduardo, forma parte de la oposición al gobierno de Cuba y repite el ¡Viva Cuba! todos los días, para ello utiliza el seudónimo de Yusnaby Pérez, y es uno de los principales blogueros que rompe del bloqueo informativo decretado por ese gobierno.
El antecedente inmediato de lo que sucedía estaba en el hundimiento, el 13 de julio, del remolcador 13 de Marzo, que había salido del puerto de La Habana con destino a Miami, con 72 personas, entre ellas Fidelcio Ramel Prieto del Partido Comunista, lo que muestra los “huecos” en la estructura del estado castrista. Las unidades de la Marina de Guerra Revolucionaria estaban en alerta, pues no pasaba día sin que se produjese el intento de fuga de cubanos, bien mediante las balsas más elementares o intentando secuestrar las lanchas que hacían servicio de cabotaje, como la popular “lanchita de Regla”.
A unas 7 millas, fueron detectados y “alguien” dio la orden de que saliesen tres barcos de bomberos, no a ayudar, como sería su misión, sino para embestirles hasta hundirles. Lo consiguieron y no conformes se pusieron a navegar en círculos alrededor de los supervivientes, para provocar una corriente que los ahogase. No lo consiguieron gracias a la aparición de un testigo inoportuno: un mercante griego que estaba entrando en el puerto, por lo que provocó que se acercase una torpedera a recoger a los que quedaban, trasladándolos inmediatamente a Villa Marista, una de las sedes de la Seguridad del Estado.
Murieron 41 personas, hombres, mujeres y niños (el más pequeño de tres años), que lo único que querían era un futuro mejor para ellos y sus familias.
En esta situación de desesperación, y viviendo el día a día, la falta de alimentación, los apagones de más de 10 horas y la falta de libertad, empezó a correrse “una bola”: de Miami habían salido varias embarcaciones, que pensaban atracar en La Punta, para llevarse de vuelta a cuantas personas pudiesen cargar. No se sabe cuántos habaneros pasaron la noche del 4 de agosto en La Punta esperando, sin resultado, la llegada de los barcos.
En la madrugada del 5, se empezó a concentrar la muchedumbre, comenzaron espontáneamente los primeros gritos y la gente arrancó a pedir libertad, la cosa fue a más cuando alguien recordó la tienda para extranjeros del Hotel Deauville, y fueron a apoderarse de todo lo que había en ella, rompiendo, por el camino, las vidrieras y llevándose la poca mercancía que había en la tiendas. Se encontraron con una patrullera de la Policía Nacional Revolucionaria, cuya tripulación se les enfrentó con su típica bravuconería, con el resultado, nunca recordaban eso antes, de tener que salir huyendo. El tumulto al defenderse, a pedradas, del ataque policial rompió el parabrisas el vehículo y acabó volcándolo.
Los “prófugos” avisaron y a mediodía comenzaron a llegar unidades militares y policiales de diversas formaciones, entre ellas los “antimotines”, de cuya existencia todos había oído hablar, pero que jamás había visto. Vehículos armados con ametralladoras pesadas. Policías pistola en mano, amedrentando a quienes estaban a su alcance y disparando, no siempre al aire.
La protesta ya se extendía desde el Parque Maceo a la Avenida del Puerto y abandonaba el Malecón para meterse por las calles de La Habana Vieja. Desde los barrios de La Víbora y Lawton la gente intentaba llegar y unirse a la protesta, pero eran interceptados. Se cortó el servicio de guaguas, alguna que había conseguido descontrolarse con personas con destino al Malecón fue interceptada por el Ejército, e irónicamente lo fue a la altura del antiguo Palacio Presidencial, frente al cual está el Parque Zayas, ahora Memorial Granma en recuerdo de la gesta de la “liberación” de la nación.
Una vez rodeada la protesta y aislada de cualquier ayuda “exterior”, comenzaron a llegar las brigadas de constructores de los Contingentes Blas Roca, a los cuales se había recogido de sus obras, sin más explicaciones, les dijeron de coger palos y barras de hierro, los subieron a camiones que les llevaron al Malecón, donde con una fila de soldados o policías detrás, también sin más explicaciones, les dijeron que lo que tenían delante eran contrarrevolucionarios pagados por el imperialismo y que, de grado o por fuerza, empezasen a repartir leña a todo lo que se moviese. Asombrados no les quedó más remedio que obedecer y su asombró crecía según comprobaban que los contrarrevolucionarios era mayoritariamente negros y mulatos, es decir los “beneficiados” de la “revolución”.
No se sabe el número de heridos, muchos fueron atendidos en sus casas o en las casas de vecinos, ni de detenidos, pero se conoce que fueron varios centenares.
A la tarde todo estaba controlado y Fidel Castro pudo “desfilar” por la zona al día siguiente, pero no le quedó, ante el miedo a una repetición de los hechos en cualquier momento, más remedio que ceder y dijo su famosa frase de: “no nos oponemos a nada, a dejar que los que se quieran ir se vayan”. El resultado fue que, en cualquier cosa que pudiese mantenerse a flote, 35.000 cubanos decidieron arriesgarse e echarse al mar en menos de dos meses, causando la famosa “crisis de los balseros”. Fue, prácticamente, su primer signo de debilidad, si porque el gobierno es consciente de sus limitaciones y debilidades, por eso reprime y, a veces, aún pocas, cede.
De lo anterior existen unas pocas películas y fotografías, hechas por turistas que se atrevieron a ello. Las realizadas valientemente por periodistas cubanos, que se osaron salir de la televisión, la radio y los periódicos, especialmente aquellas donde salen palizas o disparos a los manifestantes, nunca se televisaron y están “debidamente archivadas”, las sacadas por sus colegas extranjeros son bastante limitadas.
Hace 21 años la oposición interna estaba desorganizada, hoy las cosas han cambiado. A pesar del gobierno, cada vez se escuchan más sus palabras y sus silencios. El Maleconazo fue una explosión de violencia espontánea, hoy la oposición cada vez está más convencida de que el camino puede ser largo, pero que la violencia es patrimonio de los dictadores no de los demócratas.
Desde entonces podemos decir que las cosas han empezado a cambiar algo en Cuba:
Las leyes migratorias se han modificado, el gobierno pide inversiones extranjeras para sobrevivir, ha tenido que reconocer que no tiene dinero para pagar los salarios a sus funcionarios y ha autorizado los cuentapropistas, el Pueblo ha descubierto en las nuevas tecnologías una ventana que se entreabre.
Un testigo, Roberto Pascual, vivió todo desde el Hospital Hermanos Ameijeiras, donde le iban a hacer una hemodiálisis; murió años después recordando aún a las enfermeras cerrando las puertas del Cuerpo de Guardia y dándoles consejos para que se protegiesen, pero también a la señora de la limpieza que, con una sonrisa de oreja a oreja le dijo: “…la gente de tiró para la calle…”.
Amalia Gutiérrez, vecina de la calle Gervasio, cerca de San Lázaro, guarda en su memoria dos imágenes: los más recalcitrantes componentes de los Comités de Defensa de la Revolución corriendo a esconderse y un muchacho cayendo al suelo, ante su ventana, con la cabeza abierta de un golpe dado por un brigadista de los “Blas Roca”.
Nivaldo, con casi 60 años, fue testigo de excepción, pues todo sucedió casi delante de él, pues todos los días iba a la esquina de las calle Genio y Refugio a vender ilegalmente aguacates. Recuerda que los vendía a 1 dólar, o sea 120 pesos (hoy el salario medio de un cubano es de 20 pesos). Cree que para él no ha cambiado nada, pues sigue viviendo en el solar de La California, en el barrio de Colón, y sigue vendiendo aguacates, pero ahora es cuentapropista y los vende a 20 pesos.
Las protestas no han parado, cada día se reciben noticias de incidentes en Holguín, Bayamo, Cienfuegos y Santiago (¡esos orientales!), en La Habana las Damas de Blanco desfilan cada domingo y hace unos días hicieron una sentada en Centro Habana al grito de ¡Libertad!, cientos de cubanos están accediendo a la información gracias a internet, la oposición, aunque aún muy dispersa y dividida, sabe que están en el buen camino, y ello porque están seguros, como dice el nombre de uno de los movimientos opositores más jóvenes, de que Somos+.
Fuente: Guaimaro.over blog