martes, 29 de noviembre de 2016

LA HISTORIA NO LO ABSOLVERA

Por Carlos Alberto Montaner

Fidel Castro ha muerto. ¿Qué leyenda de 10 palabras hay que poner en su lápida? “Aquí yacen los restos de un infatigable revolucionario-internacionalista nacido en Cuba”. Me niego a repetir los detalles conocidos de su biografía. Pueden leerse en cualquier parte. Me parece más interesante responder cuatro preguntas clave.
 ¿Qué rasgos psicológicos le dieron forma y sentido a su vida, motivando su conducta de conquistador revolucionario, cruce caribeño entre Napoleón y Lenin?
 Era inteligente, pero más estratega que teórico. Más hombre de acción que de pensamiento. Quería acabar con el colonialismo y con las democracias, sustituyéndolas por dictaduras estalinistas. Fue perseverante. Voluntarioso. Audaz. Bien informado. Memorioso. Intolerante. Inflexible. Mesiánico. Paranoide. Violento. Manipulador. Competitivo al extremo de convertir el enfrentamiento con Estados Unidos en su leitmotif. Narcisista, lo que incluye histrionismo, falta total de empatía, elementos paranoides, mendacidad, grandiosidad, locuacidad incontenible, incapacidad para admitir errores o aceptar frustraciones, junto a una necesidad patológica de ser admirado, temido o respetado, expresiones de la pleitesía transformadas en alimentos de los que se nutría su insaciable ego. Padecía, además, de una fatal y absoluta arrogancia. Lo sabía todo sobre todo. Prescribía y proscribía a su antojo. Impulsaba las más delirantes iniciativas, desde el desarrollo de vacas enanas caseras hasta la siembra abrumadora de moringa, un milagroso vegetal. Era un cubano extraordinariamente emprendedor. El único permitido en el país.
 ¿Cómo era el mundo en que se formó?
 Revolución y violencia en su estado puro. Fidel creció en un universo convulso, estremecido por el internacionalismo, que no tomaba en cuenta las instituciones ni la ley. Su infancia (n. 1926) tuvo como telón de fondo las bombas, la represión y la caída del dictador cubano Gerardo Machado (1933). Poco después, le llegaron los ecos de la Guerra Civil española (1936-1939), episodio que sacudió a los cubanos, especialmente a alguien, como él, hijo de gallego. La adolescencia, internado en un colegio jesuita dirigido por curas españoles, fue paralela a la Segunda Guerra (1940-1945). El joven Fidel, buen atleta, buen estudiante, seguía ilusionado en un mapa europeo las victorias alemanas. El universitario (1945-1950) vivió y participó en las luchas a tiros de los pistoleros habaneros. Fue un gangstercillo. Hirió a tiros a compañeros de aula desprevenidos. Tal vez mató alguno. Participó en frustradas aventuras guerreras internacionalistas. Se enroló en una expedición (Cayo Confites, 1947) para derrocar al dominicano Trujillo. Era la época de la aventurera “Legión del Caribe”. Durante el bogotazo (1948), en Colombia, trató de sublevar a una comisaría de policías. Los cubanos no tenían conciencia de que el suyo era un país pequeño y subdesarrollado. Como “Llave de las Indias” y plataforma de España en el Nuevo Mundo, los cubanos no conocían sus propios límites. Esa impronta resultaría imborrable el resto de su vida. Sería, para siempre, un impetuoso conspirador dispuesto a cambiar el mundo a tiros. No en balde, cuando llegó a la mayoría de edad se cambió su segundo nombre, Hipólito, por el de Alejandro.
 ¿En qué creía?
 Fidel aseguró que se convirtió en marxista-leninista en la universidad. Probablemente. Es la edad y el sitio para esos ritos de paso. El marxismo-leninismo es un disparate perfecto para explicarlo todo. Es la pomada china de las ideologías. Fidel tomó un cursillo elemental. Le bastaba. Le impresionó mucho ¿Qué hacer?, el librito de Lenin. Incluso, los escritos de Benito Mussolini y de José Antonio Primo de Rivera. No hay grandes contradicciones entre fascismo y comunismo. Por eso Stalin y Hitler, llegado el momento, cogiditos de mano, pactaron el desguace de Polonia. Los comunistas cubanos, como todos, eran antiyanquis y estaban convencidos de que los problemas del país derivaban del régimen de propiedad y de la explotación imperialista auxiliada por los lacayos locales. Fidel se lo creyó. Sus padrinos ideológicos fueron otros jóvenes comunistas: Flavio Bravo y Alfredo Guevara. Fidel no militó públicamente en el pequeño Partido Socialista Popular (comunista), pero su hermano Raúl, apéndice obediente, sí lo hizo. Allí se quedó en prenda hasta el ataque al cuartel Moncada (1953). Fidel se reservó para el Partido Ortodoxo, una formación socialdemócrata con opciones reales de llegar al poder que lo postuló para congresista. Batista dio un golpe (1952) y Fidel se reinventó para siempre, con barba y uniforme verde oliva encaramado en una montaña. Era su oportunidad. Había nacido el Comandante. El Máximo Líder. Sólo se quitó el disfraz cuando lo sustituyó por un extravagante mameluco deportivo marca Adidas.
 ¿Cuál es el balance de su gestión?
 Desastroso. Les prometió libertades a los cubanos, los traicionó y calcó el modelo soviético de gobierno. Acabó con uno de los países más prósperos de América Latina y diezmó y dispersó a la clase empresarial, pulverizando el aparato productivo. Tres generaciones de cubanos no han conocido otros gobernantes durante cincuenta y tantos años de partido único y terror. Extendió la educación pública y la salud, pero ese dato lo incrimina aún más. Confirma el fracaso de un sistema con mucha gente educada y saludable incapaz de producir, hambrienta y entristecida por no poder vivir siquiera como clase media, lo que los precipita a las balsas. Fusiló a miles de adversarios. Mantuvo en las cárceles a decenas de miles de presos políticos durante muchos años. Persiguió y acosó a los homosexuales, a los cultivadores del jazz o el rock, a los jóvenes de pelo largo, a quienes escuchaban emisoras extranjeras o leían libros prohibidos. Impuso un macho feroz y rural como estereotipo revolucionario. El 20% de la sociedad acabó exiliada. Creó una sociedad coral dedicada públicamente a las alabanzas del Jefe y de su régimen. Por su enfermiza búsqueda de protagonismo, miles de soldados cubanos resultaron muertos en guerras y guerrillas extranjeras dedicadas a crear paraísos estalinistas o a destruir democracias como la uruguaya, la venezolana o la peruana de los años sesenta. Carecía de escrúpulos políticos. Se alió a Corea del Norte y a la Teocracia iraní. Apoyó la invasión soviética a Checoslovaquia. Defendió a los gorilas argentinos en los foros internacionales. El 90% de su tiempo lo dedicó a jugar a la revolución planetaria. Deja un país mucho peor del que lo recibió como a un héroe. La historia lo condenará. Es cuestión de tiempo.
 Fuente: El blog de Montaner

domingo, 27 de noviembre de 2016

Muerto el mito, Cuba debe cambiar

, oficialista 'Granma'. (14ymedio)

Ha muerto Fidel Castro. Ha muerto la figura mito. El acontecimiento será comentado por mucho tiempo y desde muchas posiciones. Nueve días de luto se ha decretado en La Habana, la bandera a media asta; en Miami hay fiesta, la misma bandera cubana enhiesta.
Los fidelistas de duelo, los antifidelistas, de fiesta. La gran mayoría de la población de la Isla, deseosa de cambios, está a la expectativa. No podía ser de otra forma. Desde el ataque al Moncada en 1953, su impronta en Cuba llega a nuestros días. El Gobierno se apresta a mantener un control total sobre las calles, policíaco. Sus  organizaciones de masas movilizados para evitar y contrarrestar cualquier manifestación en su contra.
Pero como el mito, su carisma y su influencia no se heredan. Se puede  afirmar que termina un ciclo político en Cuba: la sumatoria ecléctica de concepciones que conforman el fidelismo, populismo, autoritarismo, neo-estalinismo, estatalismo asalariado y burocratismo, acaba de recibir un golpe mortal.  Se abre una etapa de inevitables cambios.
Cuba está abocada a inevitables cambios. La muerte de la figura-mito los favorecerá. El pueblo cubano también los demanda. Ningún cubano debe ser excluido
Raúl Castro, desde que asumió el poder en el 2006, prometió realizar importantes reformas, cambió muchos funcionarios y empezó a tomar dictatorialmente un conjunto de medidas que consolidó y amplió en los dos Congreso del PCC realizados desde entonces, pero sin establecer un cuerpo jurídico que las garantizara.
Durante estos años, la burocracia, las leyes, las regulaciones y costumbres de tipo fidelista establecidos en casi 60 años, han impedido que tales reformas se desplieguen íntegramente.
Ahora Raúl Castro tiene la oportunidad de demostrar si sus propuestas reformistas son reales o fueron solo un intento deliberado para contrarrestar la resistencia dentro del mismo sistema y procurar reconocimiento y financiamiento internacional.
La situación económica de Cuba obliga a que los cambios enunciados por Raúl, se profundicen y amplíen, rompiendo todas las trabas monopólicas estatales al mercado interno y externo a la inversión de capitales y al desarrollo de empresas e iniciativas productivas de todo tipo.
Sin embargo, lograrlo implicará que los fidelistas abandonen sus posiciones en el Gobierno y el partido y se eliminen muchas regulaciones y costumbres del estatalismo tradicional. Esto será muy difícil si paralelamente no hay un proceso de democratización que permita la crítica profunda del régimen fidelista, la aprobación de nuevas formas organizativas en la economía y la política así como el surgimiento y desarrollo de nuevos líderes emprendedores y desprejuiciados en todos los niveles de la sociedad.
Cuba está abocada a inevitables cambios. La muerte de la figura-mito los favorecerá. El pueblo cubano también los demanda. Ningún cubano debe ser excluido . Todos, los de dentro y los de fuera, no importa ideas políticas, deben tener derecho a participar en la reconstrucción de la nación. Que se logre más o menos pacíficamente, dependerá de los que todavía detentan el poder en Cuba.
Es la hora de asumir con decoro la patria martiana: con todos y para el bien de todos.
Fuente: 14 ymedio

Tiempos de cambio: Fidel Castro ha muerto


Por Alejandro L. Perdomo Aguilera
Una muerte esperada y polémica la del dictador Fidel Castro. Cubanos dentro y fuera de la Isla la esperaban, unos en silencio y otros con júbilo meditan acerca del impacto del previsible deceso del líder revolucionario devenido en dictador, que por alrededor de más de medio siglo ha oprimió al pueblo cubano en un régimen totalitario gobernado por un solo partido. Ha muerto el dictador Fidel Castro y aunque se cierra un ciclo de marcado culto a la personalidad, donde más que seguidores comunistas, fueron fidelistas aquellos que por décadas siguieron las órdenes del tirano, aun queda vivo el régimen dirigido desde el año 2006 por su hermano, Raúl Castro.
La libertad es el derecho más genuino de un ser humano, y no puedo ni podré nunca sufrir por alguien que limitó durante alrededor de seis décadas las libertades más elementales del pueblo cubano; respetaré siempre el dolor ajeno, tuve excelentes colegas que adoraban su figura y por ende, me manifiesto con respeto y civismo, pero expresar el pensamiento propio y luchar por los derechos más elementales de un ser humano, más que un derecho es una obligación de todo individuo comprometido con su patria y sus raíces.
Durante toda mi vida en Cuba tuve que ver la imagen de Fidel como una constante en retratos que colgaban burócratas detrás de sus oficinas como respaldo a las atrocidades que cometían, no pocas veces en favor de intereses propios, pero que hacían valer a través de la imagen o el supuesto baluarte de inspirar sus objetivos en el seguimiento a los supuestos designios del llamado jefe de la revolución.
Cada día los cubanos nos adaptamos a ver en la televisión, la radio y la prensa oficialista, frases y consignas donde cualquier “cuadro” sacaba de contexto alguna fatídica frase  del consagrado dictador para hacer valer sus deseos sobre el tópico del momento. Los periodistas del noticiero nacional, tenían que hacer magia con sus voces para leer las extendidas “reflexiones” del dictador como antesala de cualquier noticia, con el temor de no mostrar ninguna imagen de cansancio o comentario final que pudiese significar el fin de su carrera en el noticiero.
Por años nos vimos influenciados por las alocadas ideas del tirano, que no pocas veces nos hicieron salir de aulas y trabajos para ser incitados a marchar a las ideas del gobernante, que lo mismo ponían las manos de un cirujano cardiovascular a cortar caña, que hacían a un adolescente sembrar tabaco, café o más recientemente de pisteros de las gasolineras del país, cambiando bombillos o censando a un país, que más que un censo parecía la inspección de un instructor de la policía en cualquier vivienda. No pocas veces vi a profesores universitarios desesperados porque una de estas campañas interrumpía su plan de enseñanza o miraban con tristeza como la historia de su vida se repetía se repetía década tras década en sus estudiantes. En mis años de universidad recuerdo como cuando me iba para un censo un querido profesor me comentaba como lo habían sacado de escribir su tesis para ir a cortar caña durante la fracasada zafra del 70.
Para rematar, las personas que tenían por encargo convencerte para tales campañas, frecuentemente no podían sostener los argumentos para las llamadas “tareas de choque” sin citar la coletilla de cómo nos enseñó o indicó el "Comandante". Entretanto,  iba estudiando la historia de diversas dictaduras, donde se manifestaba como una constante el dañino l culto a la personalidad para pueblos y gobiernos que justificaban evidentes violaciones de los derechos fundamentales del hombre y del ciudadano en el supuesto interés nacional del país, que no era más que el objetivo del momento de algún dictador.
Hasta en el XX Congreso del Partido Comunista de la desaparecida Unión Soviética del año 1956, Nikita Khruschev haría sus críticas al culto a la personalidad de Stalin. Ojala y la muerte de Fidel Castro ayude a desmitificar mitos y acelerar la necesaria democratización de la sociedad cubana, donde hombres y mujeres puedan expresar su opinión libremente dentro de la Isla, y no tenga que sufrir mirando imágenes del malecón habanero, donde a pocas horas de la muerte del dictador, jóvenes es escabullen de los periodistas para no verse forzados a mentir, o dicen con tristeza que no tienen nada que añadir.
El silencio ante un acontecimiento como la muerte de la persona que dictó los designios de un país por más de 50 años para luego legar el poder a su hermano, evidencia la existencia de un régimen que no permite a sus ciudadanos expresarse libremente, donde tenemos que buscar opiniones coherentes en líderes manifiestos de la oposición y no en individuos comunes, que le dan la espalda a las cámaras para no correr riesgos o hablan con temor evidenciando lo molesto que resulta opinar en un país donde impera un gobierno que priva a sus ciudadanos de los derechos más elementales.
Fidel ha muerto, pero aún queda un régimen que inspira a sus ciudadanos a emprender las aventuras migratorias más arriesgadas, enfrentando los tiburones del estrecho de la Florida y los coyotes de las fronteras, bajo el sueño de lograr forjar un futuro, donde las personas puedan vivir del fruto de su trabajo y donde soñar con la libertad y la prosperidad no sea un sueño idílico sino una realidad posible para las familias que por tantos años han estado divididas y limitadas por las políticas totalitarias de la dictadura.


Hermana de Fidel Castro en Miami dice que no acudirá a su funeral en Cuba




Juanita Castro , una de las hermanas del fallecido Fidel  Castro  y exiliada en Miami (Estados Unidos), dijo hoy que lamenta la muerte del líder de la Revolución, pero que no acudirá a Cuba para los funerales, según publicaron medios locales.



"Hemos estado separados por razones políticas por muchos años, pero los sentimientos y los lazos familiares se han mantenido con mucho dolor de mi parte, pero lamento la muerte de un familiar cercano, es normal", dijo hoy Juanita  Castro  a la cadena hispana Univisión en una entrevista telefónica.

Aseguró que siente la misma tristeza que cuando murieron sus hermanos Ramón y Angelita, pero que no tiene planes de acudir a la isla a las ceremonias fúnebres de Fidel Castro , quien murió este viernes.

"Hace 51 años que llegué a este exilio en Miami como todos los cubanos que salieron para encontrar un espacio donde luchar por la libertad de su país", aseguró  Castro  al diario Nuevo Herald.
"Durante décadas me enfrenté al sistema vigente en Cuba y también a quienes en el exilio injustamente no perdonaron que mis apellidos fueran Castro Ruz y me atacaron despiadadamente"
La exiliada, quien manifestó que la noticia de hoy le reabrió las heridas del pasado, precisó que no se puede regocijar con la muerte de ningún ser humano, mucho menos con la de alguien de su familia.

"Durante décadas me enfrenté al sistema vigente en Cuba y también a quienes en el exilio injustamente no perdonaron que mis apellidos fueran  Castro  Ruz y me atacaron despiadadamente", dijo Juanita en una declaración escrita para El Nuevo Herald.

Juanita  Castro , quien apoyó a su hermano en la Revolución contra Fulgencio Batista, aseguró que siente la misma tristeza de cuando murieron sus dos hermanos.

"Sé que para el exilio será una gran celebración; eso es un problema de conciencia, yo lamento la muerte de mi hermano", agregó.

"Es triste mi situación, pero uno aprende de los golpes y uno avanza, y aceptamos el destino de cada persona", indicó al detallar que con Fidel ya han fallecido los tres hermanos mayores.

El padre de Fidel  Castro , Ángel  Castro , tuvo otros seis hijos con Lina Ruz, Juanita, Angelita, Emma, Agustina, Raúl y Ramón, y dos con su primera esposa María Luisa Argota, Lidia y Pedro Emilio.
Fuente: 14ymedio